Ya no estás...
te has ido para descansar,
reunirte con Dios y conocer
la verdad sobre el Reino de los Cielos.
Sentí cómo me tocabas
el día que te marchabas
y me sentí afortunada.
Hoy no son versos los que escribo,
son palabras, llenas de sentimientos,
esos sentimientos
que tú tanto plasmabas
en forma de poesía
junto al río Guadiana.
Tal vez lo que escriba
no recoja todo lo que te admiraba,
a pesar de nuestras diferencias,
yo te amaba.
Compartí junto a ti
tus últimos años de vida,
vi como te apagabas poco a poco
y quedaste como una niña dormida.
¿Ahora quién corregirá mis poemas?
¿Es versos locos que salían de mi cabeza?
Ahora mis palabras
compondrán versos perdidos
sobre papel blanco lleno de errores
sin maestro que los corrija.
Me enseñaste muchas cosas,
hablamos de otras tantas,
supiste que era una esponja
en la que absorbería
toda tu sabiduría en la poesía.
No llegaré a ser como tú,
pero nunca voy a olvidar
la sencillez con la que escribías
y hacías sentir a los demás.
Y como tú misma quisiste
que todos recordaran:
La muerte fue tu último poema.
©Leticia Mestre
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